Hace un par de años pillaron a Rosa Díez tuiteando virtualmente, este año el “negro” que tuitea por Rajoy no para de meter la pata y los creativos de Rubalcaba se han lucido con un plan de premios que ni la tarjeta Travel Club. La realidad es que todos los políticos que entran en Twitter por razones de marketing nunca salen bien parados.

Y la gran pregunta es por qué siguen los partidos empeñados en someter a sus candidatos al duro trance del escrutinio tuitero. Se olvidan de que la creatividad española se muestra especialmente viva a la hora de ridiculizar a los personajes públicos. Como si de El Jueves se tratara, Twitter es campo abonado para la risa colectiva, amplificada por el Efecto Streissand, perfectamente descrito por Wicho.
Yo lo tengo muy claro. Si de mí dependiera, no crearía un perfil en Twitter para alguien que quiere hacerse un sitio en unas elecciones a través de un negro que se limita a repetir mensajes publicitarios. Ese contenido no interesa a nadie y dudo mucho que en España haya fans de los políticos capaces de tragarse semejante nivel de mierda. ¡Esto no es Estados Unidos!
Puedo entender una página en Facebook, un blog o incluso un grupo en Linkedin. Pero me parece absurdo crear un perfil personal en Twitter con el único fin de tener más fans que el contrario. Es mucho más honesto admitir, como finalmente hizo Rosa Díez, que un candidato no tiene tiempo para esos menesteres y que, por lo tanto, no tiene sentido tener un usuario falso que administra otra persona. Eso o bien tuitear solo una vez al mes, como hace Patxi López.
En cualquier caso, hay muchos políticos que utilizan Twitter correctamente, tanto en campaña como fuera de ella, que se muestran tal como son y que debaten sobre todo aquello que se les plantea. Me refiero a Elena Valenciano, a Carlos Martínez Gorriarán, a Lourdes Muñoz, a Luis Salvador, a Aitor Esteban o al navarro Santiago Cervera.