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Un día sin e-mail

Sabido es que la principal herramienta colaborativa es el correo electrónico. Barato, fácil de usar y estandarizado, es un software que está presente en todos los ordenadores (Microsoft lo regala con Windows y existen múltiples variantes para Linux, sin olvidar las dos gigas de Gmail). Por eso, me ha parecido particularmente interesante el artículo de ficción del Wall Street Journal titulado “El día en que el e-mail dejó de funcionar“.Como el apagón de Nueva York, que sirvió para fomentar la natalidad y para darnos cuenta de la importancia de la electricidad para toda actividad económica, si alguna vez nos quedamos sin correo electrónico, muchas oficinas se quedarán sin actividad. “A algunos de nosotros nos sirvió de recordatorio de que el e-mail es la lingua franca de los proyectos, que une diferentes departamentos e involucra a mucha gente”, explican.Los autores, Tim Hanrahan y Jason Fry, destacan que el correo electrónico ya no sólo sirve para comunicarnos, sino que también realiza, entre otras, funciones como:-Almacén de documentos importantes y de trabajos en fase de desarrollo. “¿Cuántas veces nos enviamos un e-mail a nosotros mismos?”, se preguntan.-Post-it para amigos, familiares o colegas, mucho menos intrusivo que el teléfono o el messenger.-Agenda de direcciones y contactos.-Agenda de actividades diariasLa ficción del Wall Street Journal se hizo casi realidad hace cinco años, cuando el virus ‘I love you’ arrasó la Red. Muchos internautas quedaron entonces desconectados por el colapso generalizado de sus buzones de e-mail o de los de su servidor. Pero el principal peligro que acecha al correo es el ‘spam’.Todas las medidas adoptadas contra él, incluidos los filtros, han fracasado. Hasta el momento, las redes sociales y la consecuente catalogación de los autores de correos han demostrado ser la única fórmula válida para evitar el spam generando ámbitos cerrados y distinguiendo entre mensajes en función de quién los haya enviado.