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¡Vean mi web!

Cuando hablábamos de Internet hace un par de años, el reto era conseguir que las empresas tuvieran su web. Un poco antes, una gran parte de las compañías, especialmente las pymes, todavía no tenían ni conexión. Hoy, sin embargo, la popularidad de la Red es tal que ninguna empresa que se precie carece de página y mucho menos de conexión, normalmente de alta velocidad.

Esta tremenda evolución, en la que han influido tanto el crecimiento de los servicios digitales como las ayudas institucionales, ha tenido un precio, el de la visibilidad. Hoy ya no vale con tener una página en Internet, aunque incorpore el diseño más avanzado, sistemas de comercio online y la última tecnología en software libre. El nuevo reto es hacer que las webs se vean, que los internautas las conozcan, naveguen por ellas y las usen.
Y es que ya no hay dos o tres páginas de nuestra competencia sino todo un catálogo inabarcable para el común de los internautas e, incluso, para el mayor de los buscadores. Esa Gran Vía que era la Red hace pocos años ha crecido tanto que ya no cabe ni en el mapamundi del Gran Bilbao. La lucha es cruenta para acaparar la atención de los millones de usuarios y eso, lamentablemente, requiere nuevas inversiones, aunque en este caso con una rentabilidad fácil de demostrar y calcular.
Para lograr visibilidad, hay que estar en primer lugar en Google, la auténtica Gran Vía en la que los más espabilados han capturado los locales más selectos. Y en segundo lugar, como también sucede en las calles de nuestras ciudades, hay que estar en la boca de los internautas. Es fundamental que se hable de nuestra página, que unos usuarios, nuestro público objetivo, se la recomienden a otros. Y eso pasa por una correcta política de relaciones públicas en Internet, un campo para el que todavía no existen ni profesionales capacitados ni empresas visionarias.
En tercer lugar, es obligatorio reforzar una de las viejas leyes del marketing, el de la fidelización del usuario. Porque, ¿de qué nos va a servir invertir dinero en posicionamiento en buscadores, en optimización de páginas y en darnos a conocer, si luego no conseguimos que el internauta regrese días después? Aquí se abre un nuevo campo, el de la red social, un potente instrumento para convertir a los usuarios en algo más que visitantes o clientes. Creando una red social en torno a nuestra empresa, conseguimos transformar a consumidores, proveedores e, incluso, empleados en prescriptores de nuestros productos y servicios, en fieles emisores de las bondades de nuestra oferta. Creamos, en fin, una red de colaboradores.