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Internet y las dificultades para concentrarse

Reconozco que desde hace algunos años me cuesta mucho concentrarme en cosas que requieren máxima atención. Solo encuentro el momento óptimo en viajes durante los cuales procuro prescindir de la conexión a Internet para poder avanzar en ciertos trabajos complejos. Y esto creo que merece un análisis profundo, pues hay ya unas cuantas voces que están advirtiendo de que tanta red social y tanta página web pueden estar afectando a nuestro cerebro.

La teoría, expuesta por grandes pensadores como Andrew McAfee, Nicholas Carr o Doris Nhan, parte de la base de que el exceso de conocimiento dificulta el procesamiento de la información. Nuestro procesador cerebral es el que es y, sin embargo, en número de datos que le estamos metiendo no deja de crecer, con lo que nuestra capacidad de atención y concentración se ve reducida.
Lo mismo nos ocurre con nuestras relaciones. Mantener contacto con un grupo reducido de amigos y familiares es relativamente sencillo. Una llamada, un café o un encuentro el fin de semana son suficientes para que la relación siga viva. Pero con cientos de amigos en Facebook o Twitter o a través del e-mail, la cosa se complica extraordinariamente. Podemos remitirles nuestros mensajes o hacerles llegar nuestro blog, pero esa relación es muy unidireccional.
El e-mail es, de hecho, uno de los grandes enemigos de la productividad. Si no sabes controlar el número de veces que lo revisas, es muy posible que te pases el día mirándolo, en lugar de hacer otro tipo de trabajos. Lo mismo digo de los avisos de Twitter o de las notificaciones de Facebook. Y hay cosas que requieren máxima concentración y que, con tantas llamadas de atención constante no se pueden realizar.
Hay días que yo prefiero quedarme trabajando una hora en mi casa, porque a primera hora de la mañana soy capaz de producir mucho más, siempre que no haya mails, llamadas de teléfono u otras distracciones. Necesito ese tiempo para centrarme en las cosas importantes. Y si no es posible, lo que suelo hacer es reservar trabajo para los viajes largos.
Otro truco que he ido adoptando con el tiempo es el de no consultar ni Twitter ni Facebook en ciertas horas. Con el e-mail lo tengo más complicado, aunque últimamente suelo cerrarlo puntualmente para evitar que me distraiga. Además, tengo dos cuentas: una para cuestiones urgentes y otra para las que pueden esperar.
No creo en la multitarea: mi cerebro solo puede procesar debidamente una sola actividad simultánea. Si no, no ofrezco la misma calidad. Por esa misma razón, no me gusta que haya gente con móviles o con portátiles en las reuniones. Yo no soy capaz de concentrarme en la conversación si puedo navegar por Internet al mismo tiempo y dudo que haya alguien que pueda hacerlo.