Ultimamente soy muy escéptico con la innovación abierta, hasta el punto de dudar que funcione a corto plazo. Así que el otro día me alegró escuchar algo parecido a Dioni Nespral: "No tiene mucho sentido hablar de lo 2.0 sin cambiar una organización por dentro".

Como todo en este mundo, suele ser más factible transformar las cosas poco a poco, paso a paso, sin revoluciones. Pero al paso que vamos, salvo que pase algo gordo, la innovación abierta va a seguir siendo cosa de los gurús y de pequeñas empresas muy avanzadas. Esta revolución podría ser, por cierto, la crisis en la que nos estamos metiendo. Y esto último no lo digo yo sino Marc Vidal, que de esto sabe un rato.

La innovación abierta requiere un cambio cultural que sólo pueden llevar cabo los gerentes y directores generales. Obviamente, el día en que todos ellos formen parte de la generación youtube, todo será más fácil. Pero ¿qué hacemos mientras tanto? ¿Hablar en este o en otros blogs? ¿Montar proyectos como el genial ideas4all de Ana María Llopis?

Mucho me temo que por esa línea no vamos bien encaminados. Dudo que lean blogs los directores generales de las grandes corporaciones, salvo los artículos que les pasen sus asesores en el correspondiente dossier. Tampoco creo que ninguna gran empresa española se vaya a poner a usar seriamente ideas4all y otros proyectos de innovación abierta.

¿Qué hacer entonces? ¿Esperar 20 años a que mande la generación youtube? Empiezo a pensar que en cinco años el tsunami financiero va a arrastrar a las estructuras organizativas que tenemos hoy en día y nos va a introducir en una nueva era económica. Las empresas van a tener que ser más transparentes y abiertas. Muchas desaparecerán. Algo parecido, o peor, va a ocurrir con las administraciones públicas. A esto lo llamaría optimismo revolucionario. ¡A las barricadas!