Recientemente he tenido varios debates, en público y privado, con Julen Iturbe en torno al concepto de empresa abierta o incluso de no-empresa, que él defiende por activa y por pasiva. Yo mismo he estado de acuerdo con él en muchos momentos, pero cada vez me estoy alejando más de sus postulados. ¿Serán los años? Lo cierto es que los conceptos de empresa abierta e incluso empresa 2.0 cada día me parecen más utópicos.
Entiendo perfectamente que él los siga defendiendo. Creo que es el lógico papel de un consultor que debe introducir visiones largoplacistas y que no tiene sobre sí la constante presión del corto plazo y sus nóminas. Mi situación es muy distinta: yo dirijo una empresa de diez personas y tengo que facturar (o encontrar financiación) para poder mantenerla a flote.
La consultoría es un negocio con menores ataduras, sobre todo cuando se práctica de manera artesana y sin la presión de las nóminas: si vienen más clientes, busco colegas que estén dispuestos a atenderlos junto a mí. Todos autónomos (freelance en terminología dospuntocero). No necesito una masa constante de trabajadores que tienen que cobrar sus nóminas a final de mes, se facture o no.
Una empresa puede no ser la fórmula ideal. Tiene muchos defectos, sobre todo a medida que crece y se vuelve burocrática. Pero también tiene una ventaja esencial: introduce una seguridad en el mercado, fundamental para muchos clientes y, sobre todo, para el trabajador medio español. La nómina y la posibilidad de obtener una indemnización por despido actúan como incentivo clave para que muchos profesionales alquilen su tiempo a la empresa que les contrata. Y esto, lo queramos o no, atrae talento.
Por supuesto que hay personas dispuestas a prescindir de esos incentivos y perder la seguridad que conllevan. Cada vez más. Pero a mi juicio, siguen siendo una gran minoría, al menos en España. En EE.UU. las cosas ya son muy distintas. De ahí que la remuneración con stock options y otros sistemas funcionen bien allí y no tanto aquí. Por tanto, y lo digo con pena, no quedan muchas opciones para lanzar un proyecto complejo que no pasen por la creación de una empresa.
Obviamente, esto tiene pegas importantes. La primera de todas, que es necesario invertir primero para poder pagar los primeros sueldos, sin saber si los clientes van a permitir recuperar posteriormente a la financiación inicial. En contraste, un autónomo no tiene que realizar un desembolso importante al empezar su actividad, con lo que se reduce sustancialmente el riesgo.
La segunda pega es cierta pérdida de flexibilidad unida a las dificultades para generar motivación entre personas que trabajan fundamentalmente por dinero. Por eso es clave en las empresas el liderazgo para empujar a todo el equipo hacia un camino común y compartido. Conseguir un equipo que una sueldo fijo con una enorme motivación por su trabajo resulta fundamental en las compañías que quieren innovar.
Pero sé que el concepto de empresa abierta no se refiere exclusivamente a la forma jurídica. También tiene que ver con valores como la trasparencia. Una empresa en la que todo es público es más abierta. En esto puedo estar de acuerdo, porque resulta fundamental para generar motivación y colaboración. ¡Pero ojo! En una empresa no se puede se trasparente con todo. Hay temas muy delicados, como los sueldos.