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La Política 2.0 ya está aquí y no es lo que los políticos se esperaban

La revuelta de los hackers de esta semana es el primer ejemplo claro de la llegada de la Política 2.0 a España. Y no se trata de nuevas técnicas de marketing ni de fabulosas herramientas para lanzar mensajes masivamente a través de Facebook. En realidad, la Política 2.0 es tan democrática que seguramente va a suponer la jubilación anticipada de muchos políticos profesionales.

La revuelta de los hackers (léase, bloggers y otras gentes de Internet) ha sido un sensacional ejemplo de lo que se nos viene encima. Ciudadanos armados de herramientas tan simples como twitter y Facebook serán capaces de manifestar su opinión en cualquier momento y en tiempo real. Y las estructuras políticas no están preparadas para esto. Se diseñaron para otra época en que los partidos políticos se habían constituido en intermediario único entre voluntad ciudadana y gobiernos.
Así debe interpretarse la sucesión de reacciones que esta semana se ha producido por parte del PSOE tras la revuelta internauta ante el anteproyecto que limitaba los derechos fundamentales en Internet:
– En una primera fase, desconocimiento. Sólo cuando los medios tradicionales empezaron a hacerse eco de lo que ocurría en Internet, los políticos pidieron «ayuda».
– En una segunda fase, dejaron que alguno de los asesores habituales del Ministerio de Cultura convocara una reunión con algunas figuras ilustres de la blogosfera (y alguno más que se coló) para intentar poner al Gobierno en contacto con esa realidad tan virtual. Pero este primer contacto fue un desastre porque los políticos sólo veían en frente a frikis con móviles que no paraban de teclear en ellos.
– En una tercera fase, algún asesor de los que Zapatero escucha atentamente le recomendó que manifestara públicamente su disposición a cambiar el anteproyecto, tal y como pedían los internautas. Esto calmaría, en principio, la revuelta. Y así ha sido.
– En la cuarta fase, en la que estamos, viene lo más interesante. Es la que están protagonizando todos los poderes fácticos que no quieren aceptar la realidad. Sólo así se explican los insultos de El País a «los blogueros», las absurdas comparaciones de Julio Llamazares o el ataque directo del senador Félix Lavilla contra Enrique Dans.
Es una muestra más de que los viejos poderes no consiguen adaptarse a los cambios que están generando la tecnología y las conexiones entre personas, especialmente desde que existen las redes sociales. Su resistencia es inútil, puesto que la evolución nos lleva hacia una democracia tan directa en la que los medios y los políticos probablemente perderán ese valor de intermediario que tradicionalmente han tenido.
El cambio es inevitable. Lo están viviendo en su propia piel los medios de comunicación, incapaces de mantener a una audiencia cada día más infiel y con posibilidad real de decidir. Cada día hará menos falta militar en un partido para hacer política, hasta que llegue un momento en que podamos prescindir completamente de esas estructuras antiguas, jerarquizadas y absolutamente opacas que son los partidos. Su competencia se llama hoy Internet, una herramienta capaz de agrupar ideas y de convertirlas en un movimiento.
Yo creía que la lección de Obama iba a ser correctamente interpretada, pero tras asistir al Personal Democracy Forum en Barcelona, he podido comprobar que lo que han entendido es que lo único que ha cambiado es el marketing político. Es decir, que creen que tienen en sus manos nuevas herramientas para transmitir sus mensajes. Llámense Facebook o Twitter. Y están muy equivocados: la principal lección de Obama es que una persona desconocida, negra y con nombre de terrorista árabe ha podido convertirse en el hombre más poderoso del mundo movilizando a las personas en su favor, al margen de los partidos, los lobbys y otras estructuras tradicionales. Es un movimiento social, en gran parte virtual.