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Enganchado a las redes sociales

En las últimas semanas he sufrido un fenómeno que quiero compartir y relativizar: el enganche a las redes sociales. No es que me temblaran las manos ante la ausencia de Internet pero sí que no he parado de mirar mi twitter y Facebook cada pocos minutos. Y es una adicción relativamente fácil de eliminar, ya que no se debe al medio en sí sino a una carencia personal que se intenta satisfacer de todas las formas posibles, incluido el uso exagerado de redes sociales.

No voy a dar muchos detalles en un blog público. Diré simplemente que el origen fue sentimental. La ausencia de una persona genera una ansiedad y una cierta enajenación mental, afortunadamente transitoria, que se intenta expresar por muchas vías. La más conocida son las lágrimas. Pero hay otra más curiosa: el uso compulsivo de redes sociales para averiguar qué dice y hace la persona que ha desaparecido.
Chequear su twitter o su perfil de Facebook para saber cómo está se puede convertir en una obsesión. Doy fe de ello, desde la tranquilidad que me da el paso del tiempo, reconociendo además que me ha parecido una reacción típicamente humana. Pero el asunto llegó a asustarme tanto que no tuve más remedio que cortar radicalmente la relación virtual (bloquear y desfollowear se llama en Twitter) para que mi mente fuera acostumbrándose a no saber nada de esa persona. Parece que funcionó y ahora he bajado radicalmente mi uso de redes sociales.
Sé que este artículo puede sorprender a mucha gente: ¿Un «CEO» con casi 40 años puede llegar a estos extremos? Pues sí. Con la misma humildad que me ha servido para asumir este problema sentimental, quiero compartir este caso con todos aquellos que vivimos en las redes sociales y que un día cualquiera pueden tener la sensación de que el twitter les atrapa. Sí, es humano. Y afortunadamente, temporal.
Por cierto, Ana Aldea compartía recientemente una experiencia relativamente parecida: el final de una relación causado por los celos que generaba el relato de su actividad en Facebook. «Me ha pasado a mí», admitía. Como le dije, el problema de fondo no era la red social sino la inseguridad de su pareja. Internet sólo muestra estos desequilibrios, no los genera.