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La venta de puntos del carné era un meme

Se repite la historia. En un blog, foro o similar aparece algo llamativo que luego se replica en Menéame y que un periodista ávido de noticias da por cierto, hasta el punto de oficializarlo con tinta y micrófonos en un periódico o televisión. Y el meme se multiplica por doquier. Luego aparece el autor y dice que todo era mentira, un simpático bulo. Antes fue el toothing y ahora ha sido la venta de puntos del carné de conducir.

Tiene todos los ingredientes para ser memético: parece cierto, aparece en la salvaje Internet y emplea blogs. Sólo le ha faltado un vídeo en YouTube. Y por si fuera poco, vía blog no tardamos ni dos días en saber que todo era un gigantesco bulo. ¿Tendrán ahora los medios tradicionales el valor de reconocer que se han equivocado? ¿A que no? Una vez más, el quinto poder pone al cuarto en su sitio. Aunque sea con cierta vanidad.
En cualquier caso, esta sociedad de memes en la que nos estamos adentrando tiene cierto peligro. La dictadura de «la noticia más votada» es, a priori, democrática pero a la larga puede convertirse en elitista, en feudo de grupos de «influyentes». Que se lo pregunten si no a todos aquellos que se han quedado sin su perfil en la Wikipedia por una extraña conjunción de supuestas irrelevancias y pseudo-votaciones. Por no hablar de los riesgos de usurpación y creación de identidades que tiene Internet en general.
Dicho esto, añado que me encantan los memes. Realmente dan vida a algo etéreo. Tienen ingredientes de las novelas de Julio Verne (por algo casi todas se han hecho realidad con los años, aunque nunca de la forma que imaginó el autor) y de la Lois Lane de Superman, una reportera que ‘vivía’ las noticias en primera persona. Y por si fuera poco, su viralidad me apasiona profesionalmente.