Viendo las críticas que han llovido (con razón) sobre el Gobierno Vasco por crear una web abierta a la participación de los usuarios, muchos políticos se lo van a pensar dos veces antes de hacer algo parecido. Es lo que tiene innovar y más en Internet, donde se puede poner a parir a alguien sin dar la cara y en un abrir y cerrar de ojos. Y conste que yo he sido uno de los que más han criticado (y también aplaudido) este proyecto llamado Irekia (abierto en euskera).
Y no es el primer caso. Al Parlamento Vasco le ha sucedido algo parecido. Su web es una de las más avanzadas de una cámara legislativa: incluye toda la documentación que se intercambian los diputados e incluso retransmisiones en vídeos de plenos y comisiones. Es una fuente enorme de información sobre temas de interés general que afectan a todos los vascos. Y sin embargo, sus responsables han sido vilipendiados porque unos informáticos han hecho una versión de su web que reordena la información, Parlio.
Los dos ejemplos vienen a cuento de lo que denomino «el dilema del Gobierno innovador». Si una administración no hace nada, normalmente nadie se queja. Sin embargo, si arriesga y pone en marcha nuevas ideas, es muy fácil que le den caña. Y precisamente por esto último, muchos políticos prefieren no mover ficha. Lo suyo es un negocio de marketing y discreción: vende lo bueno y esconde lo malo. Lo contrario de lo que los internautas conocemos como «abierto». Un blog en el que todo se cuenta no tiene sentido con ese esquema de trabajo.
Imperante el dilema del Gobierno innovador, es difícil que desde la administración se inicie ninguna revolución. La mejor táctica para el político es la de hablar sin decir nada y, sobre todo, sin hacer nada. Por eso creo que la principal virtud de Irekia es su mera existencia, porque supone una ruptura con ese dilema, un riesgo. Podría haberse hecho mucho mejor, desde luego, pero lo más importante es que existe, que alguien ha decidido que hay que abrir el Gobierno, pese a que lo más sencillo era quedarse en casa y no hacer nada. Gora!