Uno de los fenómenos que se encuentran en el epicentro de la Web 2.0 y que le dan mayor potencial son las APIs, que son pequeños sistemas para consultar bases de datos externas de forma automatizada. Con su ayuda se pueden construir nuevas webs a partir de información procedente de otras. Así se crean, de hecho, todos los mashups que emplean Google Maps o las diversas aplicaciones que utilizan datos de Twitter.
La gran paradoja de las APIs es que la mayoría son gratuitas (aunque con limitaciones cuantitativas) y no generan ingresos directos para el propietario de la información que se extrae con su ayuda. De hecho, al principio Google no cedía el uso de sus mapas, e incluso lo prohibía, y solo abrió una API tras observar que había programadores que estaban haciendo auténticas virguerías que nunca se les habrían ocurrido a sus propios ingenieros.
Una API es por tanto una oportunidad para que otros exploten nuestros datos de formas innovadoras. Es una herramienta para la innovación (abierta, en cuanto externa) tremendamente potente. Con la particularidad de que el resultado de esa innovación no es para el propietario de la API (y de los datos extraídos) sino para la empresa o programador que ha sabido utilizarla de manera inteligente.
Hay muchos casos interesantes. El más cercano es probablemente Panoramio. Cuando nació Google Maps tres españoles crearon una web que permitía colocar fotos sobre los mapas. Lo hicieron tan bien que a Google le encantó la idea y no solo les dejó usar su API sino que incluso les permitió emplear sus propios servidores. Y al final, cuando confirmó la viabilidad del producto, se lo compró por unos 6 millones de dólares.
Google no corrió ningún riesgo, fomentó la innovación, contribuyó a una mayor difusión de sus mapas y finalmente pudo hacerse con el producto por un precio no muy elevado. Crear APIs es, por tanto, una medida muy inteligente si se quiere apostar por unos determinados datos y conseguir que se generen nuevos productos a partir de ellos. Siempre hay más posibilidades de que innoven los millones de programadores que pueden acceder a esas APIs desde cualquier punto del mundo que los empleados de la compañía.
Pero la empresa que más ha apostado por las APIs es sin duda Twitter. De hecho, los datos indican que más de la mitad de los accesos a sus tweets se hacen desde aplicaciones externas, como Tweetdeck o Seesmic. Hay miles de productos desarrollados a partir de la API de Twitter. Algunos de ellos, los que requieren volúmenes de información muy elevados, pagan por ello, con lo que se ha convertido ya de por sí en un modelo de negocio.
Pero otros, la gran mayoría no pagan por ello. ¿Cuál es entonces su interés para Twitter? Por una parte, que contribuyen a consolidar la plataforma de mensajería con productos muchas veces más usables o que incluyen funcionalidades inicialmente no previstas. Y cuando Twitter detecta que uno de estos servicios es muy interesante, lo que hace es comprarlo. Ha sido el caso de, sin ir más lejos, Tweetdeck y Summize (lo que hoy conforma el buscador de Twitter, que inicialmente no existía).
sadfasdfas
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