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El Efecto Buenafuente

Recuerdo que en plena burbuja de las puntocom, cuando me dedicaba a crear portales dentro de Ya.com, antes del lanzamiento de uno de ellos, el responsable de publicidad me propuso una campaña basada en anuncios en diversos periódicos de papel. El era muy bueno en lo suyo, en medios tradicionales, pero no tenía ni idea de lo que se podía hacer comprando banners en Internet o directamente con una buena estrategia de relaciones públicas. Así que le contesté que solo comprara publicidad online y que hiciera el máximo esfuerzo por conseguir que Javier Sardá nos mencionara en Crónicas Marcianas.

Pues bien. Lo que entonces Sardá podía hacer por una web, multiplicar las visitas de manera exponencial, hoy lo consigue Andreu Buenafuente. Y ya hay varios ejemplos. El sastre Bere Casillas ha conseguido ser una referencia en twitter y, sobre todo, en Youtube gracias a una entrevista que le hizo el presentador catalán. Lo mismo le sucedió a Pau García-Milà, el cofundador de eyeOS, que encima de ser un crack de la programación es un chaval muy mediático.
Otro ser tocado por la varita mágica de Buenafuente es el alcalde de Jun, José Antonio Rodríguez, que me reconoció recientemente haber conseguido muchos «followers» tras salir unos minutos en su programa de La Sexta. ¡Ah! No olvidemos tampoco al doctor Leopoldo Abadía, cuyo blog se llenó de visitas a raíz de esa ya mítica entrevista en la que explicó, para todos los públicos, lo que es una crisis ninja. Ese vídeo tiene ya más de millón y medio de visualizaciones en Youtube. Luego además se lanzó a una carrera mediática que incluye libros, congresos y programas de televisión.
Lo curioso del tema es que ya no hace falta ver el programa de Buenafuente para conocer a estos nuevos «personajes 2.0». Sus ecos llegan rápidamente, y casi con más fuerza, a twitter. La televisión refuerza al personaje, le da cierta relevancia, pero son las redes sociales las que luego transforman esa «autoridad» en tráfico web, en followers y en atención directa. Es un curioso fenómeno que obviamente nadie había previsto y que yo denomino «Efecto Buenafuente».